1 de diciembre de 2009

CRECER

Cuando era chica, el mundo a mi alrededor estaba minado de objetos y señales que definían lo que en ese entonces era el conjunto de seres a los que llamaba "los grandes". En mis divagues e ilusiones infantiles, consideraba que cuando creciera y fuera como ellos, probablemente accedería a ciertos elementos o conductas y las esperaba con naturalidad. Así fue que en mi lista de cosas que haría cuando llegara a la adultez entraron el cigarrillo, la cerveza, tal vez un Gancia o una copa de Legui de vez en cuando. Probablemente dormiría la siesta, sería dueña del control remoto y tendría una billetera rebosante.
Pero para confirmar lo que un horóscopo predijo desde mi nacimiento, tomé ciertos caminos alejados de aquellos "estándares" que mi imaginación había creado. Vomité por probar el cigarrillo, demoré 45 minutos para tomar mi primer vaso de cerveza (caliente y obligada), preferí desde muy temprano un libro a un televisor, y al terminar la secundaria sacrifiqué los beneficios de una billetera más o menos rellena a cambio de un proyecto a largo plazo.
Probablemente, mi niña interior se haya sentido un tanto confundida durante todos estos años, donde me dediqué a frustrar (acertadamente, creo) sus expectativas infantiles de crecimiento. Pero hace unos pocos días, la sentí resurgir sonriente y triunfante ante un hecho inesperado: al abrir la heladera la vimos, ahí estaba, enfrascada, fresca, brillante, esperándonos. Esa misma que de pequeñas siempre habíamos rechazado y que ahora se nos presentaba como una tentación irresistible. Nos dejamos llevar, con ansiedad y placer abrimos el frasco. La probamos, después de tantos años (de tantas veces de postergarla, de preferir cualquier otra), y nos deleitamos ante el primer contacto de su delicioso sabor y su magnífica textura con nuestro paladar.
Ahora sí, podemos anunciar a viva voz que crecimos y por fin tenemos una clara muestra de haberlo hecho. Antes la mermelada de naranja era de papá.

6 comentarios:

Unknown dijo...

JEJEJEJE
GLORIOSO FLOR.... "GLORIOSO"!!!!
(la redaccion merece una distincion,
pngo link en el ultimo post en herejes)

Unknown dijo...

SALVO LO DE LA MERMELADA,
ME SENTI IDENTIFICADO.

Flor dijo...

Es algo que nunca pensé que me pasaría... años completos ignorando a la mermelada y de repente, ahí estaba.
Las vueltas de la vida.

EL ANGEL GRIS dijo...

FLOR.. ME LIMPIO LOS PEPES EN EL FELPUDO YA QUE ES LA 1º VEZ QUE ENTRO (1º Y ULTIMA POR CIERTO QUE ME LIMPIO).
EXCELENTE.. SINCERAMENTE EN EL BUFFET LOS MUCHACHOS SE SINTIERON IDENTIFICADOS CON MUCHAS PARTES...UN SERVIDOR CON CASI TODAS (MENOS EL PUCHO Y LA BIRRA) LO DEL LIBRO.. BIEEE.. PERO LO DE LA MERMELADA DE NARANJA.. LO DE LA MERMELADA.. VOS SOS UNA GROSA.

COMO DIRIA EL MITICO ANDRES.. NOS VOLVEREMOS A VER..

Charles dijo...

Claro, es ese proverbial sabor amarguito el que hace que los niños rechacen la mermelada de naranja. Algo parecido sucede con los caramelos de mentol, sólo que en este caso los niños afirman que pican, si bien su sabor dista mucho de ser picante. Son algunos de los placeres que sólo se disfrutan alcanzando la edad adulta. Y es inútil hacer entrar en razón al niño, por más que lo intente no lo logrará. Así como tampoco el adulto podrá comprender que la lata que el niño arrastra de un piolín, no es lata ni es piolín, sino un auto de fórmula uno.

Escribís hermoso, Flor.
¿Cómo estás, tanto tiempo?

Saludos.

r.- el corre ambulancias dijo...

te gano la niña al escribir, un post a pura inocencia.

quien no miraba a los mas viejos, en particular, a mi abuelo, para imitarlo en todo

asi me quedo la costumbre de pegar con dos dedos en la mesa y largar un: con el Duce esto no pasaba
y acto seguido sale la carcajada