VEN A MI CASA SUBURBANA

Mi barrio queda más o menos a 2 cuadras del fin del mundo, en uno de los extremos de la ciudad. Como muchas veces digo: "Aquí es el más allá", citando Redondos.
Es casi un barrio como cualquier otro, de no ser porque tiene una parroquia, o mejor dicho un sacerdote bastante conocido, por lo que es normal ver constantemente gente que no es de acá dando vueltas por nuestras calles.
Supongo que todos los que llevamos unos años en el barrio sabemos responder sin repetir y sin soplar, con los ojos cerrados y desde cualquier posición a la pregunta que más escuchamos cuando salimos: "Disculpe ¿cómo llego a la Iglesia?". La que le sigue en el ranking es la de la gente que sale: "¿Dónde me tomo un colectivo que vaya para el centro?".
Lo curioso fue que hace un par de días estaba en la parada de colectivo con una amiga y llegan 2 señoras, con sus bidones en la mano (llenos de agua bendita, claro), delatando que venían de la iglesia. Una de las señoras se nos acerca y dice: "Chicas, tengo que ir para Rosario ¿acá para el 142?". Haciendo un esfuerzo por omitir la primera frase, le indicamos donde estaba la parada.
Y cuando se fue tuvimos que replantearnos el sentido de nuestra existencia: no sabemos de donde venimos, no sabemos a donde vamos... y ahora tampoco sabemos donde estamos.

¡Con lo que me gustaba a mí ser rosarina!