INEVITABLE

¡Bah! Qué siempre es lo mismo, que siempre aparecen algunos para volver a desaparecer por los próximos 364 días, que con la excusa de la excusa seguimos a la masa... y allá vamos: a festejar otra vez, como el año pasado, y el anterior, y también el anterior, y así hasta donde llegue la memoria.
Miro la mesa y veo que hay caras que apenas conozco y otras que no puedo asociar con un apellido. Debería detenerme acá, no necesito nada más para confirmar lo que pensaba.
Sin embargo, mitad por curiosidad y mitad por ansias de seguir dándome la razón, sigo mirando uno por uno a quienes me rodean, hasta que llego al espejo que tengo enfrente. El espejo me muestra lo mejor y lo peor de mí, me devuelve incluso ese gesto incómodo y esa sensación de extrañez en medio de tanta gente reunida bajo un rótulo equivocado, me dice "dale, salgamos corriendo". Claro, esto me roba una sonrisa cómplice. Pero descubro con sorpresa que el espejo sonríe con delay, justo un segundo después de que yo lo hago.
Descubro entonces que esa cara no es mía, sino suya. Pero claro, tanto la conozco que se presta a confusiones.
Alguien llama a un brindis y me saca de mi estado de abstracción. Levanto mi copa con ganas para decir "feliz día" a ese espejo que no necesita pretextos, ni fechas conmemorativas, ni encuentros programados.
Feliz día a vos (y sólo a vos), que merecés realmente llamarte amigo.

A mis amigos de la vida real y también a los que tienen "cara de monitor".
A los que encontré recorriendo las calles y a los que crucé navegando en el mundo virtual.
A los que me dan su mano y a los que me tiran una soga.
¡Feliz día!