DEVOCIÓN

Me toma entre sus manos, me rodea. Poco a poco se desliza sobre mi cuerpo hasta encontrar el punto justo en que formamos esa unidad casi perfecta. Danzamos, nos deslizamos suave y armónicamente, aumentando y disminuyendo la velocidad, sin reglas, sin patrones. A veces siento que casi sin darse cuenta comienza a apretarme más y más... luego vuelve a la sutileza, temiendo lastimarme. Me mordisquea, juega conmigo. Por momentos se detiene, me mira, me analiza, como si algo muy trascendente dependiera de esa observación... pero he llegado a la convicción de que en realidad es otra cosa lo que ocupa su cabeza, que no soy yo, sino algo que ve a través de mí lo que le da ese aspecto entre dubitativo, concentrado y curioso a su rostro.
A veces son horas, a veces mínimos instantes. Pero cuando suceden siento que no existe nada más, ninguna otra, que fui hecha para eso y me entrego completa a su voluntad, cumpliendo mi destino con sumisa obediencia.
Disfrutaré de todo esto mientras dure, hasta el instante en que muera, me entregaré en sus manos dejando sobre su cuaderno mi última gota de tinta azul.