... Y UN DOMINGO SIN TRISTEZA

Si me daban a elegir hubiera preferido un lunes normal. Un lunes de ambo y guardapolvo, con olor a hospital, con historias clínicas, con pacientes ajenos, con las corridas de siempre. Un lunes de actividad común, facultad, colectivos y ya. Un lunes liso y llano.
Pero resulta que, como de costumbre, a nadie le interesa demasiado lo que prefiero, así que me trajeron un domingo... disfrazado de lunes, pero con accesorios tan poco convincentes que todos habrán notado el fraude. Se encargaron de incluir un almuerzo lleno de familia, en el que no faltaron las conversaciones que menos quería oir, los comentarios sobre mi estado civil ni las discusiones "salud vs obesidad". Trajeron también las sensaciones de tristeza y vacío marcadas con resaltadores. No faltó tampoco la cuota correspondiente de aburrimiento. Claro que no hubo fútbol, porque el fixture quedó excluído de la conspiración. Y si surgió en algún momento la idea de un paseo fue inmediatamente anulada por el hecho de saber que todo por acá es barro o agua.
No todo fue tan malo: por fin volvió a salir el sol (el mismo cuadro adornado con la lluvia de estos días hubiera resultado fatal).
Pero hasta el sol tuvo cara de domingo... a mí no me engañan, esto no fue un lunes.